miércoles, 24 de agosto de 2011

Parafraseando a Yves Chevallard, la sociedad en que vivimos puede ser descrita como una “obra” o construcción humana que, a su vez, está repleta de otras “obras”. Desde esta idea, la escuela también es un ejemplo de una obra humana, donde se pone a los alumnos en contacto con muchas otras. Toda producción humana evoluciona y tanto la escuela como lo que en ella se enseña son obras abiertas, inacabadas, en permanente reconstrucción y que evolucionan según las demandas y necesidades de la sociedad.
El hecho de que se enseñe matemática en la escuela responde a una necesidad a la vez individual y social: cada uno de nosotros debe saber un poco de matemática para poder resolver, o por lo menos reconocer, los problemas con los que se encuentra mientras convive con los demás. Por otra parte, todos debemos mantener los saberes matemáticos que poseemos como sociedad, producto de nuestra época y cultura, y que dan lugar a nuevas preguntas que permiten avanzar sobre nuevos conocimientos.

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